Cancer Urbano

Hace algún tiempo, el arrogante cooperador de la sección de cartas a El Mercurio, Enrique Rivera, defendía la legitimidad del proyecto Costanera Norte de Santiago de Chile, y quizas sin quererlo, nos explicó por qué las autopistas urbanas son un en realidad un fracaso.

Efectivamente su vida "utíl" (esto dá para más de una ironía) caduca rapidamente: la consabida "conectividad" que ofrecen comienza por fomentar (subsidiar?) nuestra dependencia a la industria del automovil, acerca engañosamente las distancias, justifica la expansión (especulación) del suelo urbano a costa de valiosa tierra agrícola y ecosistemas vecinos, las famosas autopistas se vuelven a congestionar, las masas vuelven a implorar mas carreteras. El hermano mayor las otorga, y todos felices con nuestro "progreso" de la conectividad.

En el intertanto, las autopistas urbanas al interior de las ciudades segregan al peatón, destruyen barrios completos, arrasan con las escasas áreas verdes de una ciudad en "progreso" (o bien con la espina dorsal de su cuenca hidrográfica, en este caso), mientras la mencionada expansión congestiona su periferia y eleva los índices de contaminación, ruido, y agresividad social, por todos ya conocidos en Santiago. Hasta que aparece el bisturí urbano de nuevo.

Ejemplos de buen urbanismo hay muchos en el mundo, (entre ellos, el barrio Providencia de hace 30 años) y las autopistas urbanas no son la clave de ellos. Mas bien hoy se les trata como a un cancer expansivo y poco tratable provocado por los malos hábitos de su portador.

Vaya mi apoyo a Don Christian de Groote y su actitud visionaria y humilde en un mar de arrogancia.

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